Dirección escénica y dramaturgia de David Montero

Premio Especial de la Crítica en el Festival de Jerez 2014

Belén Maya, que tantas veces ha sido la artista invitada, lo tuvo claro desde el principio, esta vez le tocaba ser la anfitriona. A partir de ahí, el juego era simple si nos ateníamos al diccionario: un anfitrión es quien tiene invitados a su mesa. Y eso ha hecho Belén: invitar a algunos de los artistas que más admira para componer junto a ellos piezas únicas en las que seguir ahondando en su caligrafía personal, en su forma de entender y sentir el baile flamenco. Pero, se sabe, la vida no cabe en los diccionarios y toda celebración esconde un centro cuyo nombre es ausencia. Si ese centro se ignora la celebración nos vacía; si se toca, nos ilumina. Y ella siempre ha estado a favor de la luz. 

Los invitados nos regala un espectáculo con algunos de los nombres más valiosos del flamenco actual, coronados por el de la maestra Carmen Linares, y enseña esas piezas que la bailaora ha compuesto juntos a sus convidados. Por debajo, como un latido, el viaje de la bailaora hacia ese centro que está en lo más hondo de ella. En cada parada, en cada llamada, la copla que es acertijo y respuesta al tiempo:

Pocito de nieve/ Que en un manantial había;/ Mientras más profundo el pozo,/ Más clara el agua salía.


En Los invitados, Belén se celebra, cómo no hacerlo en esa compañía, pero también se duele. El flamenco, habla de la vida y es vida. Y en la vida, fiesta y duelo se suceden, se mezclan y confunden así como lo hacen el baile, el cante y el toque. Nosotros, el público, somos a la postre los verdaderos invitados a la celebración.