8 de marzo 2019

M1: Rosa

00.12 h. Bromeo con Rosa en la cocina: «Tú ya no haces ná hasta las doce de la noche de mañana». Ella hace como que va a tocar un cazo y yo le riño. Está bien gamberrear un rato sobre los asuntos importantes, así no se convierten en cosas pesadas que arrastrar. 

00.14 h. Rosa está soplando la infusión y me dice: «En esta casa no hace falta hacer huelga de cuidados porque nos cuidamos mutuamente todos los días». Yo me pongo gordo de orgullo. No se me ocurre mejor manera de empezar el 8M.

00.20 h. Rosa trabaja entre Sevilla y San Fernando. Da talleres en San Fernando y Cádiz. A parte, está ensayando una obra en Sevilla, está produciendo otra ella sola y se está inventando otra a medias conmigo. También cuida de su perro, convive con su madre y la anima a que vaya a la mani del 8M; y más cosas. O sea, pasa media semana en la Isla y media aquí y es íntima amiga de la revisora del tren. Haciendo todo esto, Rosa es mileurista los meses buenos. Y trata de ser feliz. Y, a veces, hasta lo consigue.   

M2: Rocío

10.09 h. Conocí a Rocío en los ensayos de Fuente Ovejuna y, desde muy pronto, sentí con ella una conexión especial. Ha sido un poco mi madre de gira, pero también otro poco mi hija. Quizá sea porque se apellida Montero Maya. Yo me apellido Montero y la que fue mi pareja Maya: si hubiéramos tenido una hija y no hubiéramos cambiado el orden de los apellidos, se podría haber llamado como ella. A Rocío no le gusta quedar en El Vacie: hay mucho ruido de niños y no se habla tranquilos. A mí me gusta la mezcla que gasta de guasa, dolor y orgullo. Me dice: «En la vida antigua no había malicia, no había mormuraciones. Había tranquilidad: hombre formales, mujeres formales. Antes había monedas, ahora billetes». Hay algo conmovedor, necesario y -quizá- real en ese paraíso perdido.

10.49 h. Uno de sus hijos está otra vez en la cárcel. Me lo ha dicho con una tristeza oceánica en sus ojos. La veo irse despacito. También me ha contado que, cuando era niña, su madre la mandaba a por leche y ella se la bebía por el camino. «Cuando volvía, mi madre me decía que dónde estaba la leche. Y yo: no había, mamá. ¿Y el dinero? Me sa perdiu. Y yo salía a correr para que no me pegara». Imagino a esa niña corriendo mientras veo alejarse a esta mujer. La diferencia no es sólo culpa del tiempo. Las excluidas de esta sociedad pagan un precio muy alto. A veces, El Vacie se me representa como esas islas de plástico que pululan por el océano. Pero Rocío no es de plástico y en El Vacie no hay bolsas, hay personas.

M3: Quini

11.03 h. Llamo a casa de Quini. Quini es mi madre y tiene alzheimer. Lo cuento porque hay que nombrar esos asuntos. Hay personas y partidos que quieren privatizar el sufrimiento y les viene bien que seamos discretos con estas cosas. Esa discreción es una perversa forma de opresión.

11.27 h. Quini coge mis gafas y la limpia. Lo hace con placer y minuciosidad. Nunca me quedarán tan limpias como a ella. Me las da orgullosa y me indica que me las ponga para que compruebe el prodigio. De broma, me pide dinerito por limpiarlas. Ese gesto me desarma: cuántas horas de trabajo gratis empleó en alimentarme, limpiar la casa, sostener una familia tan rara y compleja como todas. Y aquí está. Habla poco, pero sigue amando mucho. 

M4: G

12.00 h. G es venezolana y cuida a una enferma todas las mañanas. Me dice que sabía que había algo relacionado con el 8M porque no hay colegio y su marido está cuidando de su hija. Le pregunto si entre su marido y ella se reparten las tareas. Me dice que a qué vienen esas preguntas y le digo que voy a escribir algo por el 8M para un periódico: «Vale, pero no vayas a poner mi nombre. Qué vergüenza. Ponme Luciana, como mi hija». Le pregunto que qué quiere que sea de mayor su hija y me dice que lo que quiere es que sea feliz. Y tú, le pregunto. Me responde sin dudar que repostería. Hay un brillo de vocación en sus ojos. La pasión con que habla de la repostería es idéntica a la lealtad y el agradecimiento con el que habla de las personas a las que cuida. Como sé que leerá este artículo, le digo por escrito que yo sí que siento una enorme lealtad y agradecimiento hacia ella, que hay gente estúpida que quiere acumular grandes fortunas cuando se sabe que la felicidad está en tener un horno y hacer pasteles para la gente que quieres.

M5: María

13.17 h. Voy en bici por la Ronda de Capuchinos y me cruzo con la manifestación de las estudiantes. Sus cánticos me conmueven hasta las lágrimas.

13.19 h. Charlo con María. Me dice: «Yo antes no venía a manifestaciones. Es que a mi bisabuelo lo fusilaron en la guerra y en mi familia ha habido siempre mucho miedo. Además, que me dan pánico las muchedumbres. Pero yo me estoy atreviendo. Hoy he sido capaz de coger la pancarta grande y todo. Y no lo he pasado demasiado mal. Voy cogiendo confianza». En su palabra, en su mirada, en su convicción de que, si lo explica bien, todo el mundo estará de acuerdo con sus ideas, hay pureza, alegría y esperanza. 

M6: María del Mar    

13.23 h. Llamo a María del Mar por teléfono: como siempre, está en mitad de la mandanga. Mar es parte fundamental de El Topo, un periódico bimestral con valor de uso pero sin valor de cambio. Quienes lo hacen se definen como anticapitalistas, libertarias, revolucionarias, feministas, decrecentistas, ecologistas, antimilitaristas y listas. Olé. Hace veinticinco años ella empezó a hablarme de feminismo. No siempre hemos estado de acuerdo, pero siempre ha sido fértil hasta el desacuerdo. Ella no puede faltar en mi 8M porque lo que me ha regalado durante todos estos años es una caja de herramientas para entender cosas invisibles pero muy reales. 

M7: María José

20.07 h. María José está en el puente de Triana intentando sentar a su hijo Patrick, pero Patrick no quiere. Mira pasar la pancarta de mujeres periodistas y me cuenta que el año pasado se metió en todo el cogollo, pero éste con el carro no va a poder. Adoptó a Patrick después de un largo proceso y está criándolo sola. Claro, los que la queremos la ayudamos, pero en el día a día está sola. No le he escuchado ni un lamento.

20.17 h. Patrick vivía en La India hasta hace unos meses. No sé cuánta familia le queda allí, pero sí sé aquí tiene una familia real, completa y única: su madre. Patrick lleva puestas las gafas de sol, aunque es de noche y apoya su frente en el muslo de María José. Y, aunque sea de noche, yo sé bien la fuente que ahí mana y corre: la del amor incondicional.

Sábado, 9 de marzo

M8: Carmen

17.17 h. Dudaba entre quién iba a ser la octava mujer (de mi artículo, no de Barbaazul), Ahora lo sé. Mi amigo Juan Antonio ha publicado en redes algo sobre su madre. Le he preguntado si puedo usarlo y él la ha consultado. Carmen ha dicho que sí, pero que no ponga su apellido. Y justo eso hago. Como con Juan hay confianza, este artículo lo termina, tan bien como suele, él:

«Desde que tengo memoria, cada vez que ha habido obra en mi casa o en las casas de mi familia más cercana, los planos los ha hecho mi madre, usando los lápices y la regla de su caja de costura. Dejó por obligación la escuela a los 13 años y siempre ha dicho que de haber podido hacer una carrera, sin duda hubiese estudiado arquitectura.

El otro día, en una tertulia de la radio, una política que además es arquitecta llegó a decir que muchas mujeres no acceden a algunas profesiones por voluntad propia, porque sencillamente no les gustan. Y se quedó tan pancha.

Cada vez que recuerdo una obra de mi infancia (y por una cosa o por otra, hubo muchas), veo a mi madre cargando paquetes de rodapiés, yendo en el coche a por sacos de cemento, barriendo en medio de una nube de polvo, preparando bocadillos.

Quizá lo peor es que el análisis simplista de la arquitecta metida a política lo he escuchado otras veces aplicado a otros oficios, incluidos los de ese constructo que llamamos «cultura». Si no dirigen películas, a lo mejor es porque no les interesa. Si no escriben novelas, a lo mejor es porque no les gusta escribir. Si no componen, a lo mejor es porque prefieren dedicar su tiempo a otras cosas.

En el Museo del Prado, se exponen 1.627 obras. Solo 6 están firmadas por mujeres.

Hoy también es 8 de marzo»